fuente: http://caracas.ciberturista.com/
Tu primer nacimiento
fue natural,
emergieron las
montañas que te vinieron a acunar,
y tu valle, como
barca caprichosa, del mar hasta las alturas pudo navegar,
para encallar en el
edén más hermoso que el Creador pudo soñar.
Y la montaña crece
cada día un poco más, sucursal del Cielo al Cielo te llevará,
y aunque te aleje del
mar: tu primer hogar, por siempre a su lado estarás,
porque su viento te
acaricia a través de las abras de la montaña,
porque su tibia
lluvia te baña y, en su comunión, jamás se olvidarán.
Se alza el Ávila
testigo silente de tu nacimiento y transformación,
y el mismo es la
prueba virgen de la génesis que los formó.
Desde cada nivel nos
ofrece los rostros hermosos de su floración,
desde las plantas
tropófilas especie de ave fénix en eterna resurrección:
desde su ceniza por
la sequía hasta su reverdeciente lluvia de redención.
Y llega su dosel
hasta la selva de montaña besada por el rocío para enamorarla, exuberante
ensoñación.
Te hizo Dios su
esmeralda más amada,
y te adornó con
guirnaldas arboladas y cintas plateadas,
que visten al corazón
de verde y esperanzas,
son tu flora y tus
quebradas que tu fecundo valle alimentara,
que brillan bajo un
Sol impetuoso cuya latitud te abraza,
pero templó la altura
tu piel de suave amanecer para que el Sol no la quemara.
Desde el Bucare, el
Paraparo, la Seiba
el Algaborro y el Juncal,
todas especies
autóctonas y hasta el Mango oriental viniste a adoptar,
y al calor de los
días bajo sus sombras nos invitas a descansar,
y quién no recuerda
disfrutar de tus frutos a la sombra de un paisaje vegetal,
collage de colores
que se confunden en un juego de sombras con el sol tropical,
y tus dulces frutos
son los besos del amor obsequiado, al calor de tu tierra, de belleza sin igual.
Habiendo yacido hermosa
tu selva dormida,
vino el Hombre a
dotarte de tu segunda vida,
tu fauna y flora la apropió y adoró la raza
indígena,
y, con el tiempo,
otros hombres te encontrarían y con sus valores te moldearían.
Te encerró una
cuadrícula, símbolo tangible del destino que se cierne,
y Occidente te hizo
una simiente floreciente en el Nuevo Continente,
el tiempo inexorable
aceleró la inercia que desarrolló tu progenie,
y tu desarrollo
abarcó desde la villa agrícola hasta la urbe cosmopolita que eres.
Desde la Caracas señorial que forjara la Colonia,
sigue la ciudad orgullosa a declarar la
independencia heroica,
pasa luego a la
contemporaneidad respetando su historia,
hasta florecer en
toda su complejidad en la actual hora.
Caracas es la ciudad
madre que acoge a todos sin distinción,
que aguarda con
paciencia que todos sus vecinos igualen su noble condición,
que se levanta airosa
de los avatares que jalonan su historia en evolución,
que conserva verdes
oasis de su primera condición,
como signos tangibles
de un mañana mejor,
al florecer en los
hombres la concienciación de buscar el progreso sin degradación,
un equilibrio que
recobre la belleza de la vida, un renacer del corazón,
de cuidar nuestro
hogar primero sembrando la semilla de la tradición,
para unir lo hermoso
del pasado con el mañana promisorio en un todo redentor.
Mariano Linguanti