sábado, 25 de noviembre de 2017

OSOS HACINADOS EN UNA ISLA RUSA


 A causa del cambio climático
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       Los osos polares despedazan el cadáver de la ballena el pasado 19 de septiembre en la costa de la isla de Wrangel, en el Extremo Oriente ruso

Los turistas que viene a admirar desde el barco los paisajes helados del Ártico ruso creen haber visto, en un primer momento, pequeños bloques de hielo en la orilla. Pero se trata en realidad de 200 osos polares en pleno festín, devorando una ballena.
"Todos estábamos atónitos", cuenta Alexandre Gruzdev, director de la reserva natural de la isla Wrangel, en el Extremo Oriente ruso, donde tuvo lugar este encuentro "único" -según él- este otoño.
Los osos polares estaban reunidos al borde del agua para despedazar el cuerpo de una ballena arrastrada por las olas. El grupo estaba formado por varias familias, incluyendo dos madres seguidas cada una por cuatro oseznos, algo que raramente puede verse, explica Gruzdev a la AFP.
Si bien un espectáculo así puede fascinar a los turistas, para los científicos ilustra las consecuencias del calentamiento global, que transforma el hábitat natural de los animales, aumenta la competencia por los alimentos y los acerca a zonas habitadas.
El cambio climático provoca un deshielo más temprano y empuja a las poblaciones de osos polares a pasar más tiempo en tierra firme y a acercarse cada vez más a los pueblos, algo peligroso.
Tras el deshielo, los osos polares suelen descansar entre agosto y noviembre en la isla de Wrangel, en el mar de Chukchi (noreste de Siberia), antes de reanudar la caza de focas. Además, se considera que la isla es la principal zona del Ártico en la que paren las hembras.
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Los osos polares despedazan el cadáver de la ballena el pasado 19 de septiembre en la costa de la isla de Wrangel, en el Extremo Oriente ruso

MENOS PRESAS
"Una ballena representa un verdadero regalo para ellos: varias decenas de toneladas" de alimento, lo suficiente para varios meses, señala Gruzdev.
Cada vez son más los osos polares que acuden a la isla de Wrangel, donde pasan, de media, un mes más de lo que lo hacían hace 20 años, por culpa del deshielo, según Eric Regehr, especialista de la Universidad de Washington.
Este otoño, los observadores censaron 589, un número "anormalmente alto" y más del doble de las estimaciones precedentes, alertó Regehr. Según él, la población de osos polares del mar de Chukchi, compartido por Rusia y Estados Unidos, sigue "en buena salud".
Pero eso podría cambiar si el tiempo que pasan en tierra firme sigue aumentando pues, pese a que existen algunas fuentes de alimentación -como bueyes almizcleros, roedores o incluso la hierba- nada puede sustituir el aporte energético de las focas, esencial para la supervivencia de los osos polares.
"La cuestión es saber a partir de cuándo la población empezará a sentir los efectos negativos" del tiempo cada vez más largo en tierra firme, advierte el científico. "No tenemos la respuesta, pero ese umbral se alcanzará" en algún momento, afirma.
UN OSO EN LA VENTANA
"Son animales ingeniosos y capaces de adaptarse, pero el número de osos polares que tenemos en la actualidad en el Ártico no puede mantenerse en tierra" al 100%, avisa Regehr.
Según el científico, la visión de 200 osos polares reunidos es una señal de lo que nos depara el futuro: más osos pasando menos tiempo en el mar y con menos presas marinas a su alcance.
Una situación que origina un conflicto inevitable entre los osos y los humanos. Desde mediados de octubre, los osos polares se acercan peligrosamente al pueblo de Ryrkaipi, en tierra firme y a 200 km de la isla de Wrangel, cerca de un sitio muy frecuentado por las morsas.
Este año, algunos esqueletos de morsa llegaron flotando hasta el pueblo y atrajeron a los osos, uno de los cuales "rompió la ventana de una casa", indica Viktor Nikiforov, experto y coordinador del centro ruso de mamíferos marinos.
La localidad, de unas 600 almas, se puso alerta, prohibió a los niños que fueran a pie a la escuela y canceló algunos actos públicos, antes de alejar los esqueletos del pueblo con grúas.
"La concentración de seres humanos y animales en la misma zona aumenta y hay conflictos", apunta Nikiforov. "Con las transformaciones que se dan en la naturaleza, debemos preocuparnos".

 Por Maria ANTONOVA,AFP

viernes, 24 de noviembre de 2017

CORAL CACHO DE VENADO



                                                   Fotografía cortesía de: http://www.biopedia.com/wp-content/uploads/2013/12/image210.jpg

Nombre científico: Acropora cervicornis.
Familia:  Acroporidae.
Categoría: Vulnerable.
Nombres comunes: Coral cacho de venado, staghorn coral. 

Descripción:
Se caracteriza por ser arborescente, muy frágil, compuesta por ramas cilíndricas. Es de color marrón amarillenta y los extremos blancuzcos. se localiza en la mitad superior de la pendiente arrecifal y en lagunas de aguas tranquilas.

Distribución:
Se distribuye en islas oceánicas en la mayor parte de los arrecifes del Caribe, desde el sur de Florida y norte de Bahamas hasta el Caribe sur de Colombia, Trinidad y Tobago y Venezuela. Igualmente, se le consigue en el trecho que va desde el norte de Veracruz en méxico, hasta Barbados.
 
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Situación:

La especie fue abundante hasta principios de los años ochenta, disminuyó sus poblaciones en más de 95% en lgunas áreas, cuando por la enfermedad de banda blanca cusó una mortandad masiva. El reporte de su condición actual es muy variable. En Venezuela se desconoce tanto su estado actual como su tamaño poblacional. Según estimaciones en el parque nacional Archipiélago Los Roques, son relativamente abundantes en algunos arrecifes de este parque; en otras comunidades  sus densidades son muy bajas y en otras totalmente ausentes. Por ello, es considerada en peligro crítico por la Unión Internacional para la conservación de la naturaleza y en colombia se encuentra clasificada en peligro crítico.

Amenazas
El coral cacho de venado se ve amenazado por tormentas, estrés térmico, enfermedad de la banda blanca, sedimentación, depredación por invertebrados y daños antropogénicos tales como eutroficación, deterioros por embarcaciones y buzos, y contaminación, entre otros.

Conservación
Acropora cervicornis se encuentra incluida en el Apéndice II de la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres y en el Anexo III del Protocolo relativo a las áreas y flora y fauna silvestres especialmente protegidas en la región del Gran Caribe En Venezuela está resguardada indirectamente gracias al refugio de fauna silvestre de Cuare y los parques nacionales Morrocoy, Mochima, Archipiélago de Los Roques y San Esteban. Es importante llevar a cabo estudios de su escala poblacional y acerca de su diversidad genética. Adicionalmente, se recomienda facilitar la reproducción asexual mediante el trasplante, estabilización y crecimiento de fragmentos, ya que puede ser una herramienta idónea para recuperar a las poblaciones silvestres. De igual forma, es necesario identificar áreas de recuperación e implementar planes de manejo para la especie.

Si desea más información le invitamos a visitar: el libro rojo http://animalesamenazados.provita.org.ve/content/quienes-somos

miércoles, 22 de noviembre de 2017

"EL SÍNDROME DE GENOVESE"



Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

Cada vez somos más las personas que sufrimos de algún trastorno psicológico provocado por vivir en un entorno urbano. No necesitamos vivir en una ciudad grande y aglomerada para tenerlo, y lo peor es que no somos consientes de éste problema:

El síndrome del “No me importa”
Tal vez se pregunte por qué éste artículo trata un tema de “psicología” en un blog sobre la naturaleza. La respuesta no es sencilla, pero tampoco tan compleja. Simplemente, como sucede con la mayoría de los artículos que escribo, algo ocurre o algo veo que me hace echar a volar la imaginación. En este caso, todo comenzó cuando mientras paseaba con mis perros, observé a una familia de turistas extranjeros recolectando botellas de plástico mientras caminaban por la playa, quienes a los pocos metros ya llevaban las manos llenas, y les faltaba un largo camino para llegar al depósito de basura más cercano. Me acerqué a ellos y les pregunté la razón del por qué lo hacían, para lo que el padre de la familia, con una gran sonrisa en su cara me contestó: “porque es basura y no podemos dejarla ahí”. Para ser sincero me sentí bastante avergonzado, lo que me hizo reflexionar el por qué yo, y por qué muchos otros simples ciudadanos del mundo, no las recogemos y seguimos de largo.
Como biólogo conservacionista, me dedico a promover la conservación de la naturaleza y a actuar en consecuencia, pero tras este encuentro me di cuenta que hacía mucho tiempo que no recogía ninguna basura de la playa, mientras hacía mi trabajo protegiendo tortugas marinas. Qué vergüenza que los turistas sean quienes vienen a recoger la basura que la gente local tira y deja en la playa tras una tarde de disfrutar y divertirse “gratuitamente” de la naturaleza, en su propia casa.
Así pues, me di a la tarea de analizar el por qué somos así, y descubrí algo que se llama el “Síndrome de Genovese”, que en palabras más sencillas podría definirse como el “complejo del mal samaritano”, y que se explica como la indiferencia y la falta de responsabilidad que sentimos quienes vivimos en la ciudad, o en lugares urbanos aglomerados. Este complejo nos hace “evitar” situaciones que nos provocan algún tipo de tensión o de estrés, por lo que ahora omitimos hacer cosas que antes nos resultarían muy sencillas, como ayudar a una persona o a un animal en problemas; o en este caso en particular, a recoger la basura que “no es nuestra”. El simple hecho de recogerla nos hace instantáneamente responsables de ésta, obligándonos a buscar un sitio adecuado para su disposición final.

 Una escena ejemplar: Orgullosos turistas mostrando sus “tesoros”,  que de forma anónima y desinteresada recolectaron durante su caminata por las playas de Bahía de Banderas, México.


Desconectados de la naturaleza
 
Vivir en la ciudad nos hace “desconectarnos” de la naturaleza, olvidándonos de ese profundo enlace que existe entre nosotros y el planeta en que vivimos. Cada vez miramos menos al cielo, salimos menos al campo o a la playa, y nos hundimos más y más en un mundo “artificial” y carente de vida. El cierre de nuestros sentidos a las sensaciones provocadas por el mundo natural, ocasiona que nos adaptemos fácilmente al deterioro ecológico y a la decadencia. El problema de esta adaptación es que nuestra calidad de vida se degrada progresivamente, disminuyendo nuestro respeto a la vida y a la naturaleza misma.

Declaración y sentencia

Habiendo hecho este análisis, dejaré de lado los aspectos culturales, de educación y de valores que sin duda influyen enormemente en nuestra “voluntad” de hacer lo correcto, para pasar directamente a mi declaración más humilde y sincera, donde reconozco que soy culpable de haber caído, sin siquiera notarlo, en las garras de la indiferencia. Acto seguido, y habiendo hecho esta declaración, me sentencio a mí mismo a ser más consciente de mi entorno y a ser menos indiferente, recolectando la basura que me encuentre en la playa (o en cualquier lugar), aunque ésta no sea mía.
Sin más declaraciones qué hacer, no me queda más que preguntarle, mi estimado lector:

Usted, ¿Cómo se declara?
Cortesía de: Oscar Aranda