A causa del cambio climático
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Los
osos polares despedazan el cadáver de la ballena el pasado 19 de septiembre en
la costa de la isla de Wrangel, en el Extremo Oriente ruso
Los turistas que viene a admirar desde el barco los
paisajes helados del Ártico ruso creen haber visto, en un primer momento,
pequeños bloques de hielo en la orilla. Pero se trata en realidad de 200 osos
polares en pleno festín, devorando una ballena.
"Todos estábamos atónitos", cuenta
Alexandre Gruzdev, director de la reserva natural de la isla Wrangel, en el
Extremo Oriente ruso, donde tuvo lugar este encuentro "único" -según
él- este otoño.
Los osos polares estaban reunidos al borde del agua
para despedazar el cuerpo de una ballena arrastrada por las olas. El grupo
estaba formado por varias familias, incluyendo dos madres seguidas cada una por
cuatro oseznos, algo que raramente puede verse, explica Gruzdev a la AFP.
Si bien un espectáculo así puede fascinar a los
turistas, para los científicos ilustra las consecuencias del calentamiento
global, que transforma el hábitat natural de los animales, aumenta la
competencia por los alimentos y los acerca a zonas habitadas.
El cambio climático provoca un deshielo más
temprano y empuja a las poblaciones de osos polares a pasar más tiempo en
tierra firme y a acercarse cada vez más a los pueblos, algo peligroso.
Tras el deshielo, los osos polares suelen descansar
entre agosto y noviembre en la isla de Wrangel, en el mar de Chukchi (noreste de
Siberia), antes de reanudar la caza de focas. Además, se considera que la isla
es la principal zona del Ártico en la que paren las hembras.
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Los
osos polares despedazan el cadáver de la ballena el pasado 19 de septiembre en
la costa de la isla de Wrangel, en el Extremo Oriente ruso
MENOS PRESAS
"Una ballena representa un verdadero regalo
para ellos: varias decenas de toneladas" de alimento, lo suficiente para
varios meses, señala Gruzdev.
Cada vez son más los osos polares que acuden a la
isla de Wrangel, donde pasan, de media, un mes más de lo que lo hacían hace 20
años, por culpa del deshielo, según Eric Regehr, especialista de la Universidad
de Washington.
Este otoño, los observadores censaron 589, un
número "anormalmente alto" y más del doble de las estimaciones
precedentes, alertó Regehr. Según él, la población de osos polares del mar de
Chukchi, compartido por Rusia y Estados Unidos, sigue "en buena
salud".
Pero eso podría cambiar si el tiempo que pasan en
tierra firme sigue aumentando pues, pese a que existen algunas fuentes de
alimentación -como bueyes almizcleros, roedores o incluso la hierba- nada puede
sustituir el aporte energético de las focas, esencial para la supervivencia de
los osos polares.
"La cuestión es saber a partir de cuándo la
población empezará a sentir los efectos negativos" del tiempo cada vez más
largo en tierra firme, advierte el científico. "No tenemos la respuesta,
pero ese umbral se alcanzará" en algún momento, afirma.
UN OSO EN LA VENTANA
"Son animales ingeniosos y capaces de
adaptarse, pero el número de osos polares que tenemos en la actualidad en el
Ártico no puede mantenerse en tierra" al 100%, avisa Regehr.
Según el científico, la visión de 200 osos polares
reunidos es una señal de lo que nos depara el futuro: más osos pasando
menos tiempo en el mar y con menos presas marinas a su alcance.
Una situación que origina un conflicto inevitable
entre los osos y los humanos. Desde mediados de octubre, los osos polares se
acercan peligrosamente al pueblo de Ryrkaipi, en tierra firme y a 200 km de la
isla de Wrangel, cerca de un sitio muy frecuentado por las morsas.
Este año, algunos esqueletos de morsa llegaron
flotando hasta el pueblo y atrajeron a los osos, uno de los cuales "rompió
la ventana de una casa", indica Viktor Nikiforov, experto y coordinador
del centro ruso de mamíferos marinos.
La localidad, de unas 600 almas, se puso alerta,
prohibió a los niños que fueran a pie a la escuela y canceló algunos actos
públicos, antes de alejar los esqueletos del pueblo con grúas.
"La concentración de seres humanos y animales
en la misma zona aumenta y hay conflictos", apunta
Nikiforov. "Con las transformaciones que se dan en la naturaleza, debemos
preocuparnos".