miércoles, 22 de noviembre de 2017

"EL SÍNDROME DE GENOVESE"



Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

Cada vez somos más las personas que sufrimos de algún trastorno psicológico provocado por vivir en un entorno urbano. No necesitamos vivir en una ciudad grande y aglomerada para tenerlo, y lo peor es que no somos consientes de éste problema:

El síndrome del “No me importa”
Tal vez se pregunte por qué éste artículo trata un tema de “psicología” en un blog sobre la naturaleza. La respuesta no es sencilla, pero tampoco tan compleja. Simplemente, como sucede con la mayoría de los artículos que escribo, algo ocurre o algo veo que me hace echar a volar la imaginación. En este caso, todo comenzó cuando mientras paseaba con mis perros, observé a una familia de turistas extranjeros recolectando botellas de plástico mientras caminaban por la playa, quienes a los pocos metros ya llevaban las manos llenas, y les faltaba un largo camino para llegar al depósito de basura más cercano. Me acerqué a ellos y les pregunté la razón del por qué lo hacían, para lo que el padre de la familia, con una gran sonrisa en su cara me contestó: “porque es basura y no podemos dejarla ahí”. Para ser sincero me sentí bastante avergonzado, lo que me hizo reflexionar el por qué yo, y por qué muchos otros simples ciudadanos del mundo, no las recogemos y seguimos de largo.
Como biólogo conservacionista, me dedico a promover la conservación de la naturaleza y a actuar en consecuencia, pero tras este encuentro me di cuenta que hacía mucho tiempo que no recogía ninguna basura de la playa, mientras hacía mi trabajo protegiendo tortugas marinas. Qué vergüenza que los turistas sean quienes vienen a recoger la basura que la gente local tira y deja en la playa tras una tarde de disfrutar y divertirse “gratuitamente” de la naturaleza, en su propia casa.
Así pues, me di a la tarea de analizar el por qué somos así, y descubrí algo que se llama el “Síndrome de Genovese”, que en palabras más sencillas podría definirse como el “complejo del mal samaritano”, y que se explica como la indiferencia y la falta de responsabilidad que sentimos quienes vivimos en la ciudad, o en lugares urbanos aglomerados. Este complejo nos hace “evitar” situaciones que nos provocan algún tipo de tensión o de estrés, por lo que ahora omitimos hacer cosas que antes nos resultarían muy sencillas, como ayudar a una persona o a un animal en problemas; o en este caso en particular, a recoger la basura que “no es nuestra”. El simple hecho de recogerla nos hace instantáneamente responsables de ésta, obligándonos a buscar un sitio adecuado para su disposición final.

 Una escena ejemplar: Orgullosos turistas mostrando sus “tesoros”,  que de forma anónima y desinteresada recolectaron durante su caminata por las playas de Bahía de Banderas, México.


Desconectados de la naturaleza
 
Vivir en la ciudad nos hace “desconectarnos” de la naturaleza, olvidándonos de ese profundo enlace que existe entre nosotros y el planeta en que vivimos. Cada vez miramos menos al cielo, salimos menos al campo o a la playa, y nos hundimos más y más en un mundo “artificial” y carente de vida. El cierre de nuestros sentidos a las sensaciones provocadas por el mundo natural, ocasiona que nos adaptemos fácilmente al deterioro ecológico y a la decadencia. El problema de esta adaptación es que nuestra calidad de vida se degrada progresivamente, disminuyendo nuestro respeto a la vida y a la naturaleza misma.

Declaración y sentencia

Habiendo hecho este análisis, dejaré de lado los aspectos culturales, de educación y de valores que sin duda influyen enormemente en nuestra “voluntad” de hacer lo correcto, para pasar directamente a mi declaración más humilde y sincera, donde reconozco que soy culpable de haber caído, sin siquiera notarlo, en las garras de la indiferencia. Acto seguido, y habiendo hecho esta declaración, me sentencio a mí mismo a ser más consciente de mi entorno y a ser menos indiferente, recolectando la basura que me encuentre en la playa (o en cualquier lugar), aunque ésta no sea mía.
Sin más declaraciones qué hacer, no me queda más que preguntarle, mi estimado lector:

Usted, ¿Cómo se declara?
Cortesía de: Oscar Aranda

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