Ubicado por: https://youtu.be/rch9TWs4TBw
El 3 de diciembre fue declarado Día Mundial del No Uso de
Plaguicidas, después de que en 1984 explotara la planta de Union Carbide en
Bophal (India), liberando cianatos que causaron la muerte de tres mil personas
en solo tres días y 16 mil víctimas al final del “accidente”.
La conmemoración busca llamar la atención y reflexionar sobre el
rumbo de la agricultura de monocultivos con uso intensivo de agrotóxicos, que
muestra una creciente contaminación y daño ambiental y causa graves
desequilibrios en los ecosistemas. Cientos de agrotóxicos han sido retirados del mercado mundial al
confirmarse su peligrosidad para el ambiente y el ser humano.
Los países centrales se muestran preocupados por los perjuicios
del masivo uso de agrotóxicos. Sin embargo, la Argentina sigue
utilizando muchos de ellos, que se fabrican sólo para ser vendidos en países
periféricos. Ejemplo de ello son todos los insecticidas organofosforados
(clorpirifós y otros) y el endosulfán, prohibidos en Europa y Estados Unidos.
Los monocultivos con semillas transgénicas son la base del
sistema agroindustrial de la
Argentina. El consumo de agrotóxicos no deja de crecer. Hace
20 años usábamos 30 millones de litros de venenos; hoy consumimos 340 millones,
mientras que la superficie sembrada sólo aumento un 55 por ciento.
Hace 15 años, se usaban dos o tres litros de glifosato por
hectárea. Como la naturaleza se defiende, surgen insectos y plantas resistentes
que requieren más dosis y productos más tóxicos, y hoy se fumiga con más de
ocho litros y agregan otros herbicidas más tóxicos.
Muchos países, presionados por la opinión pública, controlan
seriamente el uso de estos venenos. Incluso países como Holanda, Dinamarca o
Suecia, tienen programas para disminuir en un 30 por ciento el uso de
agrotóxicos al cabo de tres años
Nosotros, por el contrario, aumentamos año a año en forma
geométrica la cantidad de venenos que esparcimos en áreas donde viven más de 12
millones de personas que reclaman por cánceres, malformaciones y otros
padecimientos generados por las fumigaciones.
Se dice que sin estos químicos no podríamos sostener los
volúmenes de producción actuales. Pero esto no coincide con datos científicos
que demuestran que la producción transgénica no rinde más que la tradicional y
que mucho del aumento de la producción se explica por técnicas originarias de
la agricultura orgánica (Gurian-Sherman 2009).
Se dice también que es necesario producir alimentos a cualquier
costo, porque “el mundo tiene hambre”; sin embargo, la Organización Mundial
de la Salud
(OMS) alerta por mil millones de hambrientos, pero también por 1.500 millones
de obesos y la
Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
denuncia que 1.300 millones de alimentos ya elaborados son botados al tacho de
basura cada año, de los que podrían comer 2.600 millones de personas. Parece
que el hambre no es por falta de alimento sino por falta de equidad.
Más allá de estas polémicas, desde el área de la Salud queremos alertar que la Argentina es uno de los
países con mayor utilización de agrotóxicos; que estos venenos dañan la salud
de los trabajadores rurales, los productores y las poblaciones de campesinos y
originarios vecinos de los campos cultivados y que perjudican la naturaleza y
su biodiversidad.
Nuestra sociedad, fascinada por el enorme beneficio coyuntural
del precio de nuestros granos, debe equilibrar las necesidades productivas con
los derechos a la salud y al ambiente sano. El Gobierno nacional tiene una
actitud negligente y fomenta un sistema de producción que rinde tres mil
millones de dólares por agrotóxicos a empresas multinacionales, sin valorar los
perjuicios a la salud.
Habría que crear un área de ambiente y salud para controlar uso
y efectos de agrotóxicos y desplazar de esa función a un Servicio Nacional de
Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) gestionado por el Estado, entidades
rurales y cámaras de agroquímicos.
Medardo Ávila Vázquez (Red de Médicos de Pueblos Fumigados)
Cortesía de: www.unesco.org.uy/ci/fileadmin/shs/redbioetica/plaguicidas.doc
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