Huele a azufre mezclado con rocío,
Venido entre un olor de alcanfores.
A cieno huelen las carbonizadas flores
Y a repentina cizaña de sangre el frío.
Del aire cae un súbito espanto
De miedo y estupor resueltos en resudores,
Y un tornado de sombras y decolores
Al mundo deja su deslumbrado llanto.
Flemática y enferma y sin dormir y ladrando,
Desamarrada la muerte va brincando,
Como un temblor, por las calles desoladas.
La cara a la máscara cosida,
Contempla el horizonte, afligida
Soñando selvas cimentadas.
Sánchez, F. (2011). 50 poemas ecológicos para salvar la Tierra. p. 21
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